El largo confinamiento es para muchos casi un placer…la compañía de sus amores. Alimento saludable. Abundante y buen vino. Espacio, unos metros, para darle la cara al sol y mover un poco la osamenta. Conectividad para traer desde lejos rostros y voces que la peste nos arrebató.
Para muchos es casi un placer…
¿Para muchos, cuántos?… ¿cuántos no tienen nada de esto que hombres y mujeres como quizás ustedes y yo agotamos en cada jornada sin siquiera darnos cuenta?…
Vivir sin agua es una tragedia que solo quien conoce de su ausencia puede acreditar. Vivir sin un techo que dé pelea a la intemperie agota todo esfuerzo imaginativo. Amontonarse en una pieza, cautivos del espacio y la indignidad, con la enfermedad que asedia en la calle, una instancia paralizante.
En agenda dos semanas más de aislamiento obligatorio.
La vida de nuestros compatriotas imponiéndose a toda perspectiva económica, por muy hondo que sigamos cayendo, es una decisión política que seguiré saludando. Lo cual no vela el panorama de miles a quienes la pobreza los sacude desde hace demasiado tiempo.
El Observatorio de Trabajo, Economía y Sociedad (OTES), da cuenta en base a datos oficiales, de una condición penosa en los sectores más desprotegidos del área metropolitana, lo que se conoce como el Gran Córdoba, habitada por 1.9 millones de personas. Siguiendo su informe, emerge una población de 116 mil personas que no cuenta con servicios mínimos en sus hogares. Esto es, agua, cloacas, cámara séptica o pozo ciego.
Si el exámen de necesidades se detuviera allí, aún no se tendrán en cuenta la ausencia de gas, luz o internet. De este grupo, casi la mitad se ubica en el segmento de menores ingresos.
La carencia edilicia está señalada por al menos una de las dimensiones críticas vulneradas: techo, piso, baño o ambientes impermeabilizados o aislados térmicamente. Así, la vivienda digna debe contar con al menos un baño como mínimo. 166 mil cordobeses del Gran Córdoba viven en hogares que no cuentan con mínimas condiciones edilicias.
El hacinamiento es tal vez la condición más denigrante en este cuadro de desastre social. Está dado cuando 3 ó más personas viven en 1 solo dormitorio, o cuando en dos piezas se amontonan 5 residentes. 317 mil cordobeses se ahogan en esta ciénaga.
El trabajo, que el equipo de investigadores del OTES llevó cabo con insumos de las oficinas públicas y que llamó «Condiciones de Vivienda», concluye en que 465 mil habitantes del Gran Córdoba viven en hogares con deficiencias fundamentales. Demasiado gente sobreviviendo ya del modo que puede y contando un día detrás del otro. Ahora exigidos para que se metan adentro y esperen que la furia pestilente se apacigüe. Adentro, ¿de qué?…el adentro es una cortina de papel para sortear otra tempestad.
Apenas comenzaba a carretear este aislamiento sanitario, cuando el presidente asumía lo difícil que es pedirle a esos muchos sin mínimas comodidades suscripción a lo resuelto: «Si nos quedáramos encerrados cuatro de nosotros (sus interlocutores en el momento) en una pieza, a las pocas horas estamos a las piñas»… Así de grave es la hora que viven tantas familias en todo el país. El déficit habitacional está presente en todas y cada una de las crisis, pero es en tiempos desafiantes como éste donde nos grita en la cara su vigencia.
Sepamos los cómodos que no es una prisión lo que vivimos, sigue siendo nuestra propia casa. Al otro lado, en el terreno vital de la carencia de condiciones mínimas de vivienda, es donde el tiempo no pasa nunca. Y al otro día tendrán que volver a ponerse de pié. Porque allí, en esas asperezas, la vida no se festeja, se vive.
