La zurda del consenso universal

¿Es cierto que se murió, como todos los que nacieron alguna vez, como si fuera un simple mortal?…¿Puede morir la belleza, la osadía, el temple, la gallardía, la máquina de uno solo?…¿Cómo muere un pliegue de la historia universal?…

“Cuando Diego saltó frente al arquero Shilton y le pasó la pelota con una mano por encima de la cabeza, el concejal Louis Clifton tuvo su primer desmayo en las Islas Malvinas. El segundo, más prolongado, ocurrió cuando Diego dribleó a media docena de ingleses y consiguió el segundo gol de Argentina. Afuera, un viento helado barría las calles desiertas de Port Stanley y las tropas británicas estaban en el cuartel oyendo, azoradas, como el pequeño diablo del Nápoli les arruinaba el festejo del cuarto aniversario de la reconquista de lo que ellos llaman las Falkland”

En la pesada noche de la bombonera su zurda se quebró hacia la izquierda del Pato Fillol, la pelota no pudo sino obedecer, como tantas veces, como toda su épica vida, y antes del  gol ya la pena me invadía tanto como lo hacía el deslumbramiento. Un sentimiento era conocido, al otro lo inauguraba.  Yo era de los que con la radio en la oreja, en el pasillo de mi casa, solo y todos los domingos angustiados, había muerto por ese River de 18 años sin vueltas olímpicas. Pero en esa ocasión del lejano año 81, ese petizo con la camiseta de Boca se me metió por los ojos para ir a instalarse para siempre en el mismo lugar del pecho donde hoy, con su muerte consumada, el dolor apenas me permite abrir los ojos humedecidos por su insoportable desaparición.

¿Es cierto que se murió, como todos los que nacieron alguna vez, como si fuera un simple mortal?…¿Puede morir la belleza, la osadía, el temple, la gallardía, la máquina de uno solo?…¿Cómo muere un pliegue de la historia universal?…

“En las calles de Buenos Aires desfilaban centenares de coches con banderas que reclamaban la devolución de las Malvinas que el General Galtieri perdió del todo en 1982.  En los camiones repletos de muchachones que partían de los barrios, se cantaba el nombre de Maradona y las radios retomaban el tono chauvinista que habían abandonado desde la rendición de Puerto Argentino”

Con él salíamos a la cancha del matón del barrio como si detrás nuestro se alineara la verdad de la vida, el sol y nuestros otros héroes.  Nosotros, que perdíamos a todo, en ese Japón remoto y desconocido del 79, supimos lo que era ganarles a todos. Nosotros que aquí perdíamos hasta la vida en los sótanos de la tiranía, ganamos jugando a la pelota acaudillados por ese pibe delirado con la redonda en el pié izquierdo. Fiorito nos dejó de sonar como un paraje insondable y supimos por él, que en esa villa porteña se había incubado la leyenda más extraordinaria que pudimos imaginar.  Por él supimos que ser contradictorio es un gesto de argentinidad tan manifiesto como el amor a la camiseta. La pelota que nunca manchó hoy debe estar acurrucada esperando que le digan que no es verdad, que su dueño, el artesano,  no murió. Por favor, díganmelo a mi también…

Tanta alegría te debemos, Diego, que se vuelve imposible exigirle a las palabras traduzcan lo que verte jugar le producía al alma. Nos cambiaste la vida sin saber que de a poquito acababas con la tuya…Ejemplo exigían que fueras, ¡pero qué disparate, como pedirle a Dios que deje de jugar a las escondidas y se siente a nuestra mesa de una buena vez!

En serio, mirá que me lo creo, ¿cómo que se murió el que nos hacía reír, con qué derecho nos deja solos? ¿Nosotros los mortales, donde ponemos tu ausencia hasta la próxima fecha del fútbol cósmico?…

“¿Cuál de esos muertos – Alemania o Bélgica – se va a levantar de la tumba para amargarle la vida a los que ya se creen en la final?”, dice el gordo Soriano que preguntó el peluquero siempre aguafiestas en la antesala del Mundial 86. Y continúa: “De inmediato le reprobamos con una silbatina y don Salvatore (tano, pero argentino solo por ese Diego indómito y colosal) que seguía delirando, preguntó por qué, teniendo un jugador como Maradona todavía no habíamos conseguido pagar la deuda con el Fondo Monetario Internacional”…

Citas: Maradona sí, Galtieri no, cuento de  Osvaldo Soriano – Del libro Rebeldes, Soñadores y Fugitivos)

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