Ajustados, la flecha ya está en el aire

En esta angustiosa hora es difícil pensar en otros términos que no sean los panfletarios, degradando el pensamiento analítico hasta convertirlo en desmayado grito. Es que de nuevo la debilidad del sistema de representación emerge en datos de pobreza, esos 13 millones de argentinos que lo son por falta de oportunidades tanto como por vigentes principios de austeridad fiscal. De tan repetido esquema de saqueo, la reflexión se oxida en aguas de espanto.
Los caídos del sistema que pueblan las mesas del auxilio, la caridad o la vocación hecha brazos, todavía protagonizan el presente. Pero si el horizonte se les tornara tempestuoso y esquivo, podrían desaparecer detrás de escena para reingresar demandantes de la inclusión que hoy se les ríe en la cara.

Los sin trabajo se apiñan en los comedores donde comen sus hijos el fruto agrio de la desdicha. Antes de que los corceles de la economía de mercado les pasara por encima, lidiaban con el trabajo irregular que derivado y mal pago no remediaba sus días, pero podían plantearse amanecer mañana pensando en un nuevo despertar; y así, un día detrás del otro. Dos años atrás no eran tampoco el sujeto político pleno, ese combustible generoso de cada proceso electoral, porque aunque elegían nunca pudieron llegar a ser elegidos. En nada. Para nada. Sin embargo, al lado de esta brutalidad con que el gobierno central cae sobre ellos para meterlos en la planilla de exxel, los años de peronismo progresista adquieren una entidad virtuosa, superando incluso la acción política concreta de esa docena de años.

Este ajuste tarifario vuelca su venenoso contenido en la misma olla donde el Consenso de Washington cocinara a los indoamericanos, apropiándose de su patrimonio estatal y sumiendo en la miseria a quienes no llegarían al final de siglo sino como residuos de un proceso fantasmal.
Menem entonces era el Macri del presente; ninguno de los dos pensaron en el gobernado como atributo de la democracia sino como un obstáculo que se levanta interrumpiendo la tesis que tiene en el programa de acumulación su propósito liminar. Fueron y son apenas poleas de transmisión para producir el deceso de la arquitectura jurídica en materia laboral, a los efectos de que las defensas obreras se vuelvan magras y capitulen ante la embestida del capital afanoso de extremar la plusvalía. Tanto no son proyecto colectivo que ni sus propios hombres de gobierno confían, ni ellos repatrían sus activos.
En esta angustiosa hora es difícil pensar en otros términos que no sean los panfletarios, degradando el pensamiento analítico hasta convertirlo en desmayado grito. Es que de nuevo la debilidad del sistema de representación emerge en datos de pobreza, esos 13 millones de argentinos que lo son por falta de oportunidades tanto como por vigentes principios de austeridad fiscal. De tan repetido esquema de saqueo, la reflexión se oxida en aguas de espanto.
Los caídos del sistema que pueblan las mesas del auxilio, la caridad o la vocación hecha brazos, todavía protagonizan el presente. Pero si el horizonte se les tornara tempestuoso y esquivo, podrían desaparecer detrás de escena para reingresar demandantes de la inclusión que hoy se les ríe en la cara.

El sujeto político es también sustrato histórico y resistencia sin bandera de capitulación. El ajuste tarifario, cruel como el desprecio, es para Paolo Roca, Blaquier o Bulgueroni apenas el aleteo degradado de una mariposa. Para los que luchan en el barro de la derrota irrevocable, es una bestia carnicera que les busca el corazón.
Quizás el partido popular que sirve de cimiento al proyecto de Cambiemos pueda despertar de su indignidad y asuma la responsabilidad en este asedio al que estamos sometidos; porque el eco de la Revolución del Parque, acción hundida en el amanecer del siglo XX, bien podría recordarles las razones de su irrupción en la escena nacional. Cuán desoladora resultarán las circunstancias para pensar en los radicales como elemento de obturación. Pero la flecha está ya en el aire. Se toman atajos, o con las pródigas manos del restaurador de sueños, se moldea la arcilla del proyecto popular. Juntando de un lado y de otro, caminando un pié y detrás el otro, como quien se olvidó de caminar, como el que busca su propia libertad.

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